martes, 21 de abril de 2009
















CON ESA MANÍA DE PREGUNTARME

Había nacido simultáneamente al beso
y lo reconocía
cada tarde pidiendo
que la llevara al cine
a donde tú quieras
y no hacía más que estarse a mí
o se desdecía
sin importarle nada.
A pocos días del final,
cuando reflexionaba,
quedábase hasta el cuello en el agua de las eles
y se le hizo corriente mirar
y no saber lo que miraba.
“pues claro que no
¿por qué tiene que pasarme algo?”
Por las mañanas llegábamos hasta la playa
y las cosas discurrían mejor:
estaba el sol con sus fusiles
el mar completo
y se acidulaba besando
o con esa manía de preguntarme
si de verdad me gustaba mucho.
“pues tú también, de veras”.
Entre la ropa tenía un sexo de dieciocho años
y no pidió nada a excepción de su orgullo,
Desde allí yo observé como extraía
manzanas y lágrimas grandes
así que no tuve otro remedio que quererla,
o, sobre todo, cuando se ponía:
“¡pero cómo va a ser esto
lo mismo para ti que para mí!”

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