jueves, 13 de septiembre de 2012

Espejo de Edimburgo



Despierta el frío del amanecer.
Empenumbrado,
me asomo al espejo del crepúsculo:
la reyerta del pálido Sol
con la paulatina niebla
abandonada por el insomne mar.
Duda la noche, duda la mañana.
Témpano de saltadas venas en destello,
la prístina cumbre del Arthur’s Seat aparece
al equívoco rayo de la aurora,
al desolado triunfo del día sobre las tinieblas
que impone el necio parpadeo
del íntimo vislumbre de mi silueta,
temblando, en el vaho de la ventana.

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