jueves, 9 de enero de 2014

Ítaca







Ítaca 


¿Y quién alguna vez no estuvo en Ítaca? 
¿Quién no conoce su áspero panorama, 
el anillo de mar que la comprime, 
la austera intimidad que nos impone, 
el silencio de suma que nos traza? 

Ítaca nos resume como un libro, 
nos acompaña hacia nosotros mismos, 
nos descubre el sonido de la espera. 

Porque la espera suena: 
mantiene el eco de voces que se han ido. 
Ítaca nos denuncia el latido de la vida, 
nos hace cómplices de la distancia, 
ciegos vigías de una senda 
que se va haciendo sin nosotros, 
que no podremos olvidar porque 
no existe olvido para ignorancia. 

Es doloroso despertar un día 
y contemplar el mar que nos abraza, 
que nos unge de sal y nos bautiza como nuevos hijos. 

Recordamos los días del vino compartido, 
las palabras, no el eco; 
las manos, no el diluido gesto. 
Veo el mar que me cerca, 
el vago azul por el que te has perdido, 
compruebo el horizonte con avidez extenuada, 
dejo a los ojos un momento 
cumplir su hermoso oficio; 
luego, vuelvo la espalda 
y encamino mis pasos hacia Ítaca. 

De: Ensayo General: Ítaca. 
poesía completa, 1966-2000

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