sábado, 4 de abril de 2015

DE BARRO






Dios con pellas de barro formó al hombre.
Si soy hombre soy barro. Barro con sangre dentro.
Un barro que derecho se sostiene
con el andamio de oro que es mi alma.
¿Qué me importa ser barro y que me quiebre
si hay tanta tierra buena para reconstruirme,
y hay un agua tan pura para lavar la herida
de mi carne de barro ya tantas veces rota?
Miro la amante tierra con mis ojos
más hondos del amor.
La tierra que de rojo tiñe la atardecida.
La tierra donde están las raíces del parto.
La tierra donde vuelve la muerte a renacer
alimentando nuevas esperanzas.
La tierra que sostuvo mi principio
para ser algún día ceniza de final.
¿Y el agua? Cuando corre por el estrecho cauce
de un río de montaña que mi descanso arrulla;
cuando se extiende como un manto
de plata azul y verde sobre el mar;
cuando suena en el roce de la acequia domada;
cuando cae con la lluvia regalada del cielo
mis calenturas aplacando,
es el fluir fundamental que inunda
mi corazón sediento con su corriente viva.
Tierra y agua hermanadas en mi larga andadura
me han demostrado el privilegio
de haber sido formado por la mano de Dios,
ya que del agua y de la tierra juntas
nace el barro que es hombre.

(La Pájara Pinta 25, 2006)

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