domingo, 12 de abril de 2015

HAY DÍAS DE DOMINGO, DE LLUVIA O QUÉ SÉ YO








HAY DÍAS DE DOMINGO, DE LLUVIA O QUÉ SÉ YO
que parecen gozar en revolver mi vida,
y encuentran, a pesar de mi desorden,
tal vez en un cajón o en el bolsillo de alguna prenda vieja,
unos recuerdos fuera de contexto, cierto dolor sin lógica,
tan sólo algunos nombres pero un largo etcétera de ausencias.
Hay días, lo repito, que insisten en leerme las líneas de la mano,
y sale mi pasado a relucir, así, tan fácilmente,
como entender mi letra en un diario.

Y sin embargo existe,
escrito en una parte de mí que no conozco,
un trozo de papel indescifrable.
Yo no sé lo que arrastro, es la tristeza de aquel patio a las seis,
campanas a lo lejos, el olor de la tierra mojada,
una tarde de fiebre sin colegio
y un confuso amasijo de voces que me llevan
allí hasta donde puede dar de sí la memoria.
Pero también las dudas y los miedos,
una extraña ansiedad, el nerviosismo de mitad de septiembre
y esa especie de vértigo cuando miro hacia atrás
y esa niebla del tiempo que lo humedece todo.

Y es que apenas me sirve el cumplir años,
tener más experiencia, creerme que ya sé
cómo quedar a salvo de los escalofríos,
si luego llega un día y me demuestra
que aquí estoy yo, el de siempre, todavía,
que jamás cambiaré, que llevo dentro un sabor a imposible,
un puñado de sombras, unos sueños a medias
y estos tristes recuerdos que seguirán conmigo
cuando ya no me quede de la vida otra cosa.

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