domingo, 4 de octubre de 2015

Antepasados





Los míos no dejaron documentos.
Nada se sabe de ellos, más allá
De algunas conjeturas. Fueron pobres,
Nunca hicieron preguntas, aceptaron
Todo cuanto el buen Dios les destinó.
Comieron, engendraron y murieron
Sin orgullo y sin odio, jubilosos
Si llegaban a viejos, y afligidos
Si debían marcharse antes de hora.
En catalán se amaron e insultaron,
Y en catalán se despidieron de este mundo,
Y me siento un traidor al evocarlos
En una lengua que ellos no entendían.
Dejaron pocas fotos, escasas posesiones,
Ningún escudo heráldico. Fueron campesinos,
Cocheros, empleados, cocineros:
Gente sin importancia que no ensució la Historia
Porque la Historia, por suerte, no se acordó de ellos.
Si protestaron, siempre fue en voz baja.
Los oyeron sus hijos, sus mujeres, sus amos,
Pero nunca el buen Dios, duro de oído.
Y ahora están mezclados con la tierra
Y forman el paisaje de un suburbio.
Son esquinas, colmados, adoquines
Y cafés llenos de humo. Son caballos
Rodeados de tábanos. Son tapias.
Son plazuelas desiertas con farolas,
Tal vez cascotes, grúas, barro. Sé
Que nadie los reclama ni recuerda.
Con ellos no fue próspera esta isla,
Ni tampoco más pobre. Nada deben.
Nada importante hicieron o dejaron.
Ni siquiera yo sé cuál es su historia,
Y aunque la conociera, también sería inútil.
¿Quién podrá redimirlos, devolviéndoles
Todo cuanto les fuera arrebatado?
De nada servirán estas palabras.
Irán, como las vidas de los míos,
Como su amor y su fe, su alegría
Y su temor, a perderse muy pronto
En esta oscuridad que nos envuelve.

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