lunes, 5 de octubre de 2015

Juventud sin valores





Los desastres dimanados de esta fuente
fluyeron hasta la patria y el pueblo:
la muchacha precoz gusta de aprender danzas jónicas
y, ya desde ahora, se acicala con artificio
y piensa desde su infancia, en impúdicos amores;
luego, busca amantes más jóvenes
durante los convites del marido,
y, marchitos ya sus encantos, no elige
a quien, a escondidas, pueda otorgar prohibidos placeres,
sino que, obediente, a la vista de todos, se levanta
no sin que el marido lo sepa,
ya le llame un mercader,
ya el capitán de una nao española
comprador a buen precio de su deshonra.
Una juventud no nacida de estos padres
colmó el mar de sangre púnica
y destrozó a Pirro y al gran Antíoco y al feroz Aníbal;
era la viril descendencia de rústicos soldados
experta en trabajar la tierra con azadas sabinas
y en trasportar maderos,
cortados a gusto de sus rígidas madres,
cuando el sol desplaza las sombras de los montes;
y quitaban el yugo a los cansados bueyes,
pasando sus ratos libres en su viajero carro.
¿Qué no deteriora el funesto paso del tiempo?
La edad de nuestros padres, peor que la de nuestros abuelos,
nos trajo a nosotros, todavía peores,
que luego engendraremos
unos hijos aún más corrompidos.

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